Djourno, uno de los padres del implante coclear, creía que sus trabajos para restaurar la audición a los sordos eran para el beneficio de la humanidad y que por ello no podía lucrarse con los mismos, así que no registró su invención y se negó a vender los derechos a las firmas comerciales. Posiblemente por esto, al quedarse sin fondos económicos para su investigación, no pudo continuar implantando. Sin embargo, continuó estimulando el oído con lo que sería posteriormente el Test de Estimulación del Promontorio, que se ha utilizado a la hora de seleccionar a los candidatos para saber si el implante tendría posibilidades de éxito.
En 1958, Maspetiol, otro médico francés, implanta a una paciente de origen vietnamita con resultados similares a los de Djourno. Luego de esto, a partir de 1959 se deja de implantar en Francia.