El sueño de Miguel. Integración núm. 90. Abril 2019
- Última actualización el Lunes, 16 Diciembre 2019 23:44
- Escrito por Revista Integración núm 90. Abril 2019
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Una sordera no es límite para nada: se puede luchar y se pueden alcanzar los sueños, hasta los impensables.
Miguel Gallego Carot, socio 2308, nació “grande y en perfectas condiciones”, pero una operación a los 40 días de nacer afectó definitivamente su capacidad auditiva. Fue implantado en el oído izquierdo a los 3 años, aunque fue con la reimplantación en el mismo oído, a los 5 años, cuando realmente pudo empezar a aprender a hablar. Aquí nos ofrece sus pasos y sus sueños hechos realidad.
Me llamo Miguel Gallego Carot, soy sordo, tengo 21 años. Soy de Fuentes de Ebro, un pueblo a 26 Km de Zaragoza. Soy agricultor profesional y me gusta mucho el baloncesto.
Hoy he decidido presentarme y contaros mis últimas experiencias.
Nací el 9 de enero del 98, grande, 4,600 Kg, en perfectas condiciones; a los 40 días tuvieron que operarme del píloro porque se me había cerrado y no me pasaba el alimento. En mi casa piensan que me quedé sordo en la operación o con algún medicamento que me suministraron entonces, porque a partir de ese momento ya no volví a ser el mismo: estaba siempre despistado.
Me pusieron unos audífonos que no me daban resultado, y con casi tres años me pusieron un implante coclear en el oído izquierdo. No avanzaba de la manera esperada porque se me estaban desplazando los electrodos, así que con 5 años me reimplantaron el oído izquierdo, y a partir de entonces ya empecé a aprender a hablar.
Fui a logopedia a Aspansor desde que tenía 1 año y durante toda mi etapa escolar. Estudié en el colegio de mi pueblo, combinándolo con el colegio de la Purísima. Al acabar la secundaria hice un grado medio de agropecuaria en Movera, porque me encanta el campo y la naturaleza.
A los 10 años me apunté en Fuentes a jugar a Baloncesto.
Al principio porque quería hacer algo de deporte y después porque me apasionó. En los inicios era malísimo, siempre me robaban el balón y no puntuaba mucho, pero como me gustaba jugar, hacer ejercicio y además mi implante no era impedimento para poder realizar la actividad, cada vez me fui enganchando más y más.
En el baloncesto, y con mi club, conocí a mis amigos actuales y he descubierto una gran familia donde todos somos importantes, donde aprendemos a jugar en equipo con mucho respeto. Nuestro lema es: “Somos muchos, somos uno.”
A finales del año 2017 recibí un correo de la asociación (Aspansor) donde se informaba que si eras sordo y jugabas al baloncesto te pusieras en contacto con una persona, Jorge Vidal. No podía imaginarme lo que iba a cambiar mi vida con ese correo electrónico.
Jorge Vidal es delegado de la Federación Española de Deporte para Sordos (FEDS) sección baloncesto, y estaba preparando el campeonato nacional de baloncesto para sordos que se jugaría en Badalona el 31 de marzo. Estaba preparando los equipos y querían contar con más jugadores, para poder seleccionar a los mejores. Le enviamos todo lo que nos solicitaron: las informacio- nes, documentación, y videos míos jugando con mi equipo. Entonces me hicieron ficha con el equipo ASORCAS de Castellón.
En Badalona jugamos el torneo tres equipos: el Asorcas, el C.E.S Badalona y el Club Deportivo Centro Altatorre de Madrid. Después fuimos todos al centro de alto rendimiento de San Cugat del Vallès, donde estuvimos entrenando duramente para que pudieran hacer la lista definitiva de los seleccionados para jugar el campeonato Mundial de baloncesto para sordos en Washington.
Cuando me dijeron que yo estaba seleccionado, no podía creerlo. Yo, un chico normal, de pueblo, agricultor, me iba a ir a Washington a jugar a lo que más me gusta, y, encima, en la cuna del baloncesto. Era como un sueño.
Durante los días que estuve en la concentración en el CAR de Barcelona, estuvimos entrenando y de charlas para los partidos, pero también aprovechamos el tiempo libre para conocernos mejor entre los compañeros.
Llegamos a Washington: el lugar era igual que en las películas. Dormimos en la residencia de la Universidad Gallaudet, que es una universidad para sordos, donde se celebraba el campeonato. Los partidos los tuvimos en el pabellón de la universidad. Competimos contra Grecia, Japón, Polonia, Canadá, Ucrania y los favoritos del campeonato: los Estados Unidos. Solo perdimos contra Japón y los Estados Unidos, y el resto los ganamos.
Para mí el partido más difícil fue la semifinal contra los EEUU.
Finalmente, ganamos la medalla de bronce: pero nos sentimos como si hubiéramos ganado el oro. Fue una experiencia inolvidable y me encantaría repetir más campeo natos.
Toda esta experiencia me ha servido para que todo mi entorno, mi pueblo y los alrededores me muestren su cariño y respeto; y para demostrar que una sordera no es límite para nada: se puede luchar y se pueden alcanzar los sueños, hasta los impensables.
Muchas gracias a AICE por todo el cariño y el apoyo con que se nos ha tratado siempre.