Hoy comparto el gozo, el optimismo y la euforia de muchos implantados. Integración núm 70. Abril 2014
- Última actualización el Lunes, 16 Diciembre 2019 23:23
- Escrito por Macario Aparicio
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Macario Aparicio, de 71 años y socio 3316, tuvo una pérdida progresiva de la audición y está afectado además del Síndrome de Menière. Fue implantado en abril de 2010, y al poco la parte interna de su implante coclear falló, teniendo que ser reimplantado en diciembre de ese año. Y aún así, no pierde el optimismo y las ganas de mejorar su vida. Hoy comparte su historia, que tiene un claro mensaje: no rendirse.
“Pasado mañana, 6 de abril de 2010, ingresaré en La Paz para que me hagan un implante coclear en el oído derecho”, ese era mi pensamiento horas antes de comenzar esta historia. Hay enfermedades que dejan poca huella o ninguna en la memoria y en la vida. Aparecen, se tratan con medicamentos o con cirugía y desaparecen sin secuelas físicas ni psíquicas. Apenas son un recuerdo, o quizá ni eso. Hay otras que aparecen y marcan la vida desde ese momento ya para siempre. Y una de ellas es la sordera, una enfermedad bastante invasora y socialmente llamativa, por decirlo suavemente.
Pero como todo, también este proceso tiene un comienzo. Y así fue el mío.
Por ti mismo caes en la cuenta en un momento dado (fue hacia 1994) que algo pasa porque cada poco tienes que estar diciendo “perdón, ¿qué me has dicho?”. Lo piensas y te dices que será pasajero o temporal, y sigues unas semanas o unos meses más pero ya con las antenas levantadas. Y compruebas que desgraciadamente tienes que seguir diciendo perdón y preguntando qué. Así que vas al médico de medicina general, se lo cuentas, te manda al otorrino, te hace una audiometría y te comunica que “tiene usted una hipoacusia bilateral” leve, moderada o severa, da igual, porque todo será ya cuestión de tiempo. No te da tratamiento porque no hay, te da sólo algunos consejos (evitar ruidos, etc.). El proceso hacia abajo ha comenzado. No hay duda.
Yo acudí a la Clínica del Dr. Antolí Candela en el año 1995, que me puso por goteo una dosis de antihistamínicos, ya que parece ser que si era un fenómeno reciente se podía revertir. Volví al mes siguiente y no había habido recuperación. Su receta fue: cuidados preventivos, observar su evolución y recurrir a prótesis de apoyo. Aunque en aquellos tiempos estos remedios me sonaban lejanos, pues la pérdida rondaba “sólo” el 30%, y secretamente queda la esperanza de que todo sea un fenómeno transitorio o que se pare ahí. Cosa que no ocurrió, pues no sólo continuó la pérdida de audición sino que con el tiempo se manifestó la Enfermedad de Menière en el oído derecho con acúfenos y mareos violentos y prolongados.
A la vista de esta evolución encuentra sentido lo que en su momento no encontraron las numerosas pruebas médicas que me hicieron con ocasión del mareo que sufrí el día 4 de abril del año 2000, en el cuarto de baño de casa perdí el conocimiento, en la caída me golpeé con no sé con qué (no he encontrado en los sanitarios señales de golpes) pero me rompí varios dientes, cuyas piezas tampoco encontré, y estuve horas caído hasta que desperté, volví a la cama y seguí durmiendo hasta la mañana porque dolores no tenía. El día anterior habíamos vuelto a casa del Hospital del Rosario donde habían operado a mi mujer de cáncer de mama, y estaban en casa varios familiares. Algunos de ellos al día siguiente me acompañaron a Urgencias a La Paz, junto con Teresa, una prima médico en dicho hospital. Las pruebas se prolongaron una temporada larga y concluyeron que no había nada anormal. Pero ahí estaba oculto el Menière. Los mareos continuaron, y eso hizo que en el año 2002, ante la ya nula audición en dicho oído y los frecuentes, duros y largos mareos, los médicos de La Paz decidieron hacer una laberintectomía, que es tanto como decir adiós al oído. El Menière se había cobrado su primera víctima.
Me quedaba el otro oído que mantenía un 80% de audición. Pero con altibajos, que los médicos combatían con Zamene. Así estuve hasta la Navidad de 2007, en que después de una fase de baja audición, no sólo no me recuperé (como solía ocurrir antes) sino que bajó todavía más y bruscamente. El diagnóstico médico es que el Menière también está presente en el oído izquierdo, y que todo será cuestión de tiempo que se manifieste en toda su crudeza. De momento no tenía mareos y los acúfenos eran moderados, excepto un caso excepcional que ocurrió una noche, que no tiene mayor importancia.
En abril del año 2008 me puse el primer audífono con resultados poco satisfactorios. En abril de 2009 cambié a un audífono exterior, con resultados un poco mejores pero por poco tiempo. En general, oía incluso en exceso, hasta el atolondramiento, pero no entendía porque el oído atravesaba fases muy fluctuantes. Y en una consulta en la Clínica Rúber Internacional me dice la Dra. Pérez Mora que soy candidato a un implante coclear en el oído derecho, el perdido. “Me parece una noticia excelente pues todo lo que recupere es ganancia, aunque sea poco”, pensaba. Le digo que me están tratando los médicos de La Paz y que quiero decírselo a ellos; pero que si se opusieran volvería a que me hicieran la operación allí. Me dijo que era ella misma la que tomaba o intervenía en estas decisiones en el Departamento de Otorrinolaringología de La Paz, lo que fue una agradable sorpresa y el inicio de este camino del implante coclear, pues en La Paz tomaron la decisión de proceder al implante con carácter inmediato. No lo dudé un momento.
Primero la operación, luego la rehabilitación, las pruebas, y el resultado final que puede ser óptimo, aceptable, moderado o escaso. Lo que nunca será, esperaba, era como volver a la situación original. Aquello ya no volverá. Es así. Buscamos soluciones que aporten algo al bienestar de la existencia, o mucho. Esa es la cuestión.
La operación tuvo lugar según lo previsto, el día 7 de abril de 2010, y a las veinticuatro horas me dieron el alta. La cicatrización de la herida fue bien y el día 21 de mayo la técnico de MED-EL, la señorita Elena, procede a activar el implante, con un resultado que puedo calificar de magnífico. Es un momento emocionante en el que sientes, agradecimiento a todos los que te han acompañado en el camino recorrido: a tu familia, a los médicos y a los técnicos. Inolvidable recuperar la audición de un oído completamente perdido.
Con gran contento vuelvo a la vida ordinaria apoyado tan sólo en mi implante, como me han dicho, para acostumbrarme a sus sonidos. Considero que me defiendo bien, y no tengo apuro de ir a donde haga falta para atender los pequeños negocios ordinarios de la casa, incluido ir a comprar el pan. En torno al 30 de junio me llaman de La Paz para comenzar la rehabilitación, más pronto de lo previsto, lo que me da mucha alegría, pues confío en que la rehabilitación mejore las cosas aún más. La consulta inicial con el responsable del Departamento es optimista y dice que podemos esperar unos resultados magníficos. Así que comienzo la rehabilitación inmediatamente con la logopeda, la señora Enedina.
Todo transcurre normalmente y el 21 de junio es el día fijado para la primera revisión. Y aquí es donde se produce el cambio. Entro oyendo bastante y salgo oyendo casi nada; en sucesivas consultas me dice la técnico que debo acostumbrarme a la nueva situación y que mejoraré. La marcha atrás sorprende a mi familia, al foniatra, a la logopeda, al otorrino, al cirujano, a todos. Pido una nueva revisión y me la señalan para el día 9 de agosto con resultados iguales a los anteriores, pero me siguen pidiendo que trate de hacer ejercicio y que continúe. Así lo hago hasta el 13 de septiembre que me hacen otra revisión con idéntico efecto.
Han transcurrido tres meses desde que se produjo el fallo en el proceso iniciado, y la información ha llegado a los Departamentos de Otorrino y Cirugía y, en primer lugar naturalmente, a los técnicos de MED-EL. Y aquí llegamos al punto central de la cuestión, el motivo por el que escribo estas líneas. Quiero dar a conocer el seguimiento de los acontecimientos que hicieron estos profesionales, el análisis de los datos que les iban llegando, al mismo tiempo que analizaban las posibles causas del fallo que se estaba produciendo y su remedio. No he recibido mucha información sobre dichas causas, pero el hecho es que parece ser que algunos electrodos habían dejado de cumplir su función debido a que la parte interna del implante se había movido. En consecuencia, deciden intervenir otra vez para recolocarla. Cuando me lo comunican yo lo acepto encantado, y el día 9 de diciembre de 2010 vuelvo a ingresar en La Paz para la operación, cosa que tiene lugar sin incidencias.
Y el día 20 de enero de 2011 me activan el implante. Vuelvo a oír con la misma claridad que la primera vez. Me alegro muchísimo, agradezco el interés de todo el mundo, pero quiero esperar a la primera revisión, con la confianza de que no se repetiría la historia anterior. Finalmente, el día 2 de marzo me hacen la primera revisión y, gracias a Dios, todo sigue bien. Fui a rehabilitación para mejorar la discriminación, pero vuelvo a hacer vida normal con el implante. Espero mejorar pero el punto de partida ya es satisfactorio.
Lo que he querido decir con este escrito es que se pueden subsanar imprevistos fallos en alguna fase del proceso del implante, con la colaboración de todos, y que se puede conseguir el bienestar que da el implante superando las dificultades que surjan en el camino. Para ello es necesaria la buena disposición del enfermo, la actuación diligente de los técnicos y el interés de los médicos, otorrinos y cirujanos. A todos, gracias por haberla prestado en alto grado. Que Dios os lo pague.
Después del tiempo que ha transcurrido, casi tres años, hoy digo que comparto el gozo, el optimismo y la euforia no solo de muchos sino de la mayoría de implantados. No es para menos. Estábamos en silencio parcial o total y con él disfrutamos de las voces y sonidos con todo lo que ello significa: oír a las personas queridas, poder trabajar mejor, percibir la sinfonía de sonidos de la naturaleza. Pero yo espero y aspiro a más; estamos en el buen camino pero yo quiero ir más lejos, mejorar. Y en este sentido después de agradecer a los que han investigado el mundo del implante, a quienes lo han introducido en nuestra sanidad, a los médicos de la especialidad que realizan cada una de las funciones del proceso y a los que os esforzáis en mejorar las cosas que hay en torno, entre quienes está la Federación, digo que queremos mejorar, que queremos que la investigación continúe para avanzar. Todo ello en las mejores condiciones para todos y a su debido tiempo. Es nuestro futuro.